28-03-24 |

Cacao por siempre: Larga vida al chocolate

El cacao que comeremos en el futuro será distinto al de ahora, pero no desaparecerá

Hace unos años, el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) publicaba una investigación sobre los efectos del cambio climático en el cultivo del cacao. Hubo quien se la tomó a la tremenda y presentó un escenario chocoapocalíptico –para los amantes del chocolate– que pronosticaba que el chocolate se convertiría en un producto de lujo a causa del alza de los precios, e incluso llegaba a planear su extinción para el 2050.

Además de los efectos del cambio climático, se aducía a la poca diversidad genética de las variedades de cacao que se cultivan en todo el mundo, y a la aparición de una nueva demanda procedente de países como China e India que hasta la fecha no eran consumidores de chocolate.

Según Caobisco, la asociación europea de productores de chocolate, galletas y confitería, “la preocupación de que el chocolate podría extinguirse en las próximas décadas proviene de una interpretación sesgada de la investigación llevada a cabo por el CIAT. Los modelos del CIAT son útiles para entender las tendencias a largo plazo, pero están hechos bajo el prisma de que el cacao se siga cultivando como se venía haciendo”. Y esta no es una cuestión que ataña exclusivamente al cacao.

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Para Rubén Moreno, secretario general de la Asociación Española del Dulce (Produlce), “somos conscientes de que existe cierta incertidumbre al respecto. En este sentido, consideramos que todos los que integramos la cadena de valor del cacao debemos trabajar para que la economía cacaotera prospere a largo plazo, por lo que es imprescindible que la producción funcione de un modo más sostenible”.

Para Jordi Domingo, técnico de proyectos de la Fundación Global Nature, “muchos cultivos que son commodities agroalimentarias sufren todos más o menos los mismos problemas: los efectos del calentamiento global y el del empobrecimiento genético”.

Desde Produlce y Cobisco no se niega que el cultivo del cacao también se pueda ver afectado por el cambio climático –como el de la uva para hacer vino, el café o los tomates– y que “está cada vez más claro que algunas tierras serán menos adecuadas para el cacao”.

Y es que “en todo el mundo se van a tener que cambiar, en mayor o menor medida, la forma de cultivar los alimentos, y en pocas zonas no va a ser posible hacerlo”, dice Domingo.

En opinión de Moreno, los principales retos a los que se enfrenta el cacao son “la vulnerabilidad de las plantaciones frente a las enfermedades, cosechas de bajo rendimiento por la limitada disponibilidad de semillas mejoradas, el desconocimiento de técnicas de cultivo más eficientes, y la falta de organización entre los agricultores, que limita su capacidad para comprar suministros a menor coste”.

Para actuar y paliar los efectos del cambio climático en un cultivo hay que “entender las variables agroeconómicas”, explica Jordi Domingo. “Por ejemplo, ya sabemos que si se superan los 37 grados centígrados, las flores del tomate abortan, y que no se desarrolla el fruto. Si sabemos que se producen olas de calor cíclicas, y que estas se seguirán produciendo, esto nos permite establecer niveles de riesgo para ese cultivo, y tomar decisiones”, añade el responsable de proyectos de Global Nature. Con el cacao sucede lo mismo, y la situación pasa por cambiar cómo se produce.

Las variedades de cacao que se cultivan en el mundo pertenecen a un pequeño grupo de clones seleccionados en los años cuarenta. Un grupo reducido de genes significa variedades más propensas a contraer las mismas enfermedades”. El hongo monilia (Moniliophthora roreri), la escoba de bruja, la mazorca negra y el virus del brote hinchado son algunas de las enfermedades que convierten al cacao en un cultivo complicado. Ya hace tiempo que se trabaja en clones más resistentes –con los cuales ya se producen tabletas de chocolate– desde varias iniciativas impulsadas por diferentes actores del mercado del cacao.

Eso sí, Domingo lanza esta advertencia: “En todos los productos alimentarios en los que hay una transformación posterior –como el vino o el cacao–, la calidad final también depende de cómo se ha cultivado. Seguiremos teniendo cacao, pero será distinto al de ahora. El consumidor tendrá que adaptarse a nuevos productos o a los viejos con otras propiedades”.

Por otro lado, la demanda de cacao se desplaza. El mercado convencional está estancado, el precio ha bajado y algunos productores se pueden ver tentados a abandonar su cultivo, dadas las dificultades. Pero los principales países productores han vuelto sus grupas hacia el mercado asiático. No sólo India y China, sino también los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí.

Así pues, el único riesgo real para el tan temido chocoapocalipsis sería si nada se moviera. “Hay estudios que demuestran que la cadena de aprovisionamiento de alimentos es muy compleja, y que tiene capacidad para transformarse, pero las zonas con más riesgo climático, a pesar del mercado globalizado, si no se mueven van a sufrir importantes pérdidas”, advierte el experto de Global Nature.

Barcelona, epicentro cacaotero

Hubo un tiempo en el que Catalunya y Barcelona fueron un centro chocolatero a escala mundial. “Barcelona fue la primer localidad catalana donde se desarrolló la industria y donde nace la tradición chocolatera catalana”, explica la escritora gastronómica Carmen Alcaraz del Blanco. En esta ciudad, sólo los molineros y los drogueros –encargados de comercializar los productos de ultramar– podían vender chocolate.

“En pleno siglo XIX, en Ciutat Vella, existieron hasta 20 molinos”, cuenta Alcaraz del Blanco. Donde hoy se localiza la casa Fuster (en Gran de Gràcia con paseo de Gràcia) se ubicaba la fábrica Juncosa, fundada en 1835, que se convertiría junto al chocolate Amatller en estandarte chocolatero de la ciudad. Los Amatller de la casa de Josep Puig i Cadafalch, también en paseo de Gràcia, y en cuya decoración “hay motivos que recuerdan su origen chocolatero”, dice Alcaraz del Blanco.


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