Sin lugar a dudas el grano se vio impactado por los embistes del clima entre el 2021/22, en la campaña gruesa, si bien la sequía jugó un papel determinante, existe el factor «retenciones» que también condicionará la molienda.
Los retrasos y la severa falta de agua que han sufrido las provincias de Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires y Entre Ríos en los últimos meses, de la mano del fenomeno climatico de La Niña, en su momento pusieron en duda si podrán sembrarse las 300.00 hectáreas que están pendientes de una siembra total de 16,2 millones de hectáreas.
La condición de la soja en nuestro país va de buena a mala, como se observó en este periodo en muchas zonas del centro este de Buenos Aires, sur y centro de Santa Fe, Entre Ríos y centro y norte cordobés. El estrés hídrico de diciembre ha frenado el desarrollo de los cultivos.
A todo esto se le suman las retenciones, después de una baja temporaria de las retenciones en los momentos claves de la pandemia del coronavirus, la soja se vio inmerso en un nuevo capítulo de tensiones y rispideces entre el gobierno nacional y el campo, que sigue repercutiendo en la actualidad y deja vulnerable al cultivo dentro del mercado agrario.
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Menos volumen del cultivo de soja
Las menores ventas de poroto este año por parte de los productores a la industria impactarán en la molienda de soja. De acuerdo a datos oficiales, entre enero y mayo de este año se vendieron 16,5 millones de toneladas, lo que en relación al mismo período del año pasado representó una caída de 3,4 millones.
Ante este escenario, y si bien entre enero y abril de este año el ritmo de liquidación de divisas es sostenido, con un aumento de casi USD1.400 millones anual, de persistir este menor flujo de ventas, se pueden empezar a registrar faltantes de materia prima a partir de mitad de año, cuando finalice la cosecha de soja 2021/22. Si persiste este panorama, podría verse comprometido el ingreso de divisas a partir del segundo semestre de 2022.
Este diario consultó a fuentes industriales, analistas granarios y de la cadena de valor del cultivo y las explicaciones para este menor volumen de entregas de grano presentaron dos razones de peso: sequía y especulación comercial.
En primer lugar, la falta de lluvias pegó de lleno en la oleaginosa y las estimaciones privadas indican que, en relación a la campaña 2020/21, la caída en la cosecha será de 4 millones de toneladas. El segundo aspecto está relacionado con una estrategia comercial por parte de los productores. «El productor hizo caja este año con trigo y maíz, entonces llega más tranquilo para vender a esta altura del año», señaló a BAE Negocios Pablo Adreani, consultor en agronegocios.
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Un tercer punto que puede agregarse a esta ecuación es la decisión de los agricultores de retener granos, ante un escenario de inestabilidad macroeconómica y cambiaria. Si bien la decisión del Gobierno de subir dos puntos las retenciones en harina y aceite afecta directamente a la industria, que perdió el diferencial con el poroto, los productores también criticaron esta medida, al entender que les afectaría en el precio recibido por su grano. Pero las fuentes consultadas coincidieron en señalar al recorte de la cosecha como uno de los factores de peso.
Al analizar los números productivos de las últimas tres campañas, se puede apreciar la incidencia del volumen de cosecha en las ventas por parte de los productores a la industria. En la 2019/20, y tomando como base enero-mayo, las operaciones comerciales acumularon 23,2 millones de toneladas, con una cosecha de 49 millones de toneladas. A partir de esa campaña, los números ingresaron en un espiral descendente. En el ciclo 2021, se vendieron 19,5 millones de toneladas, con una producción que finalmente cerró en 46 millones de toneladas.