El Árido Azote: Impacto de la sequía en la tríada dorada de la agricultura argentina (Soja, Maíz y Trigo) tiene sus consecuencias, tanto económicas como agropecuarias. Conocé los detalles más relevantes de este estudio.
La sequía ha tenido un impacto significativo y perjudicial en la producción agrícola de Argentina, afectando especialmente a cultivos clave como la soja, el maíz y el trigo dentro del corredor productor.
La escasez hídrica, convertida en una persistente y severa sequía, ha asestado un golpe contundente al corazón productivo de Argentina en muchos momentos, durante años anteriores, con las respectivas olas de calor prolongadas y la ausencia de lluvias, afectando de manera dramática a sus cultivos pilares: la soja, el maíz y el trigo en las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba, Buenos Aires, La Pampa y Corrientes.
La sequía es fenómeno climático extremo que trasciende la mera disminución de las precipitaciones, desencadenando una cascada de efectos interconectados que amenazan la sostenibilidad del sector agropecuario y reverberan en toda la economía nacional.

Estrés Hídrico y Merma Productiva: Un Impacto Directo y Devastador
En el plano inmediato, la sequía impone un severo estrés hídrico a los cultivos en sus etapas fenológicas cruciales. La falta de humedad en el suelo obstaculiza la germinación, el desarrollo vegetativo, la floración y el llenado de granos, procesos fisiológicos esenciales para alcanzar rendimientos óptimos.
- Soja: Considerada la «joya de la corona» de las exportaciones argentinas, ha experimentado reducciones de rendimiento sin precedentes, marcando campañas históricamente bajas. La falta de agua durante la formación de las vainas y el llenado de los granos se traduce en una menor producción por hectárea y, en muchos casos, en la pérdida total de lotes sembrados. La calidad del grano también se ve comprometida, afectando su valor comercial.
- Maíz: Este cereal estratégico, tanto para la alimentación animal como para la exportación, también ha sufrido las consecuencias de la sequía. Si bien en algunas campañas la superficie sembrada pudo mantenerse, la merma en los rendimientos por hectárea ha sido significativa, especialmente en regiones núcleo de producción. El estrés hídrico afecta la polinización y el desarrollo del grano, impactando directamente en la productividad.
- Trigo: Cultivo fundamental para la seguridad alimentaria y las exportaciones invernales, el trigo ha visto su potencial productivo severamente limitado por la falta de humedad, especialmente durante el macollaje y el espigado. Esto se traduce en menores volúmenes de cosecha y una consecuente disminución de la oferta exportable.
Más allá de la reducción de los rendimientos, la sequía también conlleva la pérdida de área sembrada, ya sea por la imposibilidad de implantar los cultivos en suelos áridos o por la muerte de las plántulas ante la falta de agua. Esta doble afectación agudiza aún más la caída en la producción total. Adicionalmente, las condiciones de estrés hídrico debilitan las defensas naturales de las plantas, haciéndolas más susceptibles al ataque de plagas y enfermedades, lo que exige mayores esfuerzos y costos para su control.
Impacto directo en los cultivos:
- Reducción de rendimientos: La falta de agua durante etapas críticas del desarrollo de los cultivos provoca un estrés hídrico que disminuye significativamente el potencial de rendimiento. Se han registrado caídas drásticas en los kilogramos cosechados por hectárea en los tres cultivos.
- Pérdida de área sembrada: En algunas regiones, la sequía impide la siembra o causa la pérdida total de los cultivos ya implantados, reduciendo la superficie cosechable.
- Deterioro de la calidad: El estrés hídrico también puede afectar la calidad de los granos, disminuyendo su valor comercial.
- Aumento de plagas y enfermedades: Las condiciones de sequía pueden favorecer la proliferación de ciertas plagas y enfermedades, lo que agrava aún más la situación de los productores.
Efectos específicos por cultivo:
- Soja: Ha sido uno de los cultivos más afectados, con estimaciones que señalan la peor campaña en más de dos décadas. Se han registrado pérdidas significativas en los rendimientos y en la producción total.
- Maíz: Si bien la superficie sembrada se mantuvo relativamente estable en algunas campañas, los rendimientos se vieron considerablemente reducidos debido a la falta de agua, especialmente en la campaña 2023.
- Trigo: La sequía también ha provocado una menor cosecha de trigo, afectando las exportaciones de este importante cereal para Argentina.
Consecuencias económicas:
- Pérdidas millonarias para los productores: La disminución de los rendimientos y la pérdida de producción se traducen en importantes pérdidas económicas para los agricultores.
- Reducción de ingresos por exportaciones: Argentina es un importante exportador de soja, maíz y trigo. La sequía disminuye la cantidad de granos disponibles para la exportación, lo que genera una caída en el ingreso de divisas para el país.
- Impacto en la cadena de valor: La menor producción agrícola afecta a toda la cadena de valor, incluyendo la industria aceitera, el transporte, los servicios de almacenamiento y otros sectores relacionados.
- Disminución de la recaudación fiscal: La caída en la actividad agropecuaria también impacta en la recaudación de impuestos a nivel nacional y provincial.
- Efecto en el PBI: Se han estimado pérdidas significativas en el Producto Bruto Interno (PBI) debido al impacto de la sequía en la producción de estos tres cultivos principales.

Impacto social y ambiental:
- Migración rural: En algunas regiones, la sequía puede llevar a la migración de productores y trabajadores rurales hacia las ciudades.
- Deterioro del suelo: Las malas prácticas agrícolas, exacerbadas en algunos casos por la sequía, pueden contribuir al deterioro de la calidad del suelo.
Como conclusión a este repaso por el tema, queda en claro la sequía representa un desafío significativo para la agricultura argentina, con efectos devastadores en la producción de soja, maíz y trigo, y con amplias consecuencias económicas, sociales y ambientales. La recuperación de estos impactos requiere de estrategias integrales que aborden tanto la gestión del agua como las prácticas agrícolas sostenibles.