Hay mucho debate sobre el almacenamiento correcto de los tomates. Hay dos opciones principales disponibles para los consumidores: almacenamiento en el refrigerador la temperatura ambiente.
El verano es la mejor estación del año para disfrutar de los tomates, hay abundancia de esta fruta cargada de vitaminas y de sabor, y además hay variedad. Seguramente muchos de vosotros también disfrutáis de distintos tipos de tomate según el plato que vayáis hacer, una ensalada mixta, una ensalada caprese, un picadillo de tomate, cebolla y bacalao (por poner algunos ejemplos), un gazpacho, un sofrito o una salsa…
Por distintos motivos, en algún momento del verano podemos encontrarnos que tenemos muchos tomates y que no los vamos a poder consumir, por ejemplo, por tener un huerto con mucha producción, por tener acceso a una buena oferta de tomates de cultivo local o simplemente porque nos vamos de vacaciones y nos han quedado uno o dos kilos de tomates que no queremos dejar que se echen a perder.
En estos casos lo más habitual suele ser hacer conservas de tomate, sea haciendo una salsa.

Un equipo de investigación de la Universidad de Gotinga ahora ha investigado si existen diferencias en el sabor de los tomates maduros dependiendo de cómo se almacenan y teniendo en cuenta la cadena de cosecha de la granja a la mesa. No se encontraron diferencias perceptibles: la variedad de tomate es mucho más importante. Los resultados han sido publicados en la revista Frontiers in Plant Science .
Los investigadores trataron de establecer diferencias de sabor entre los tomates maduros y recogidos de una cadena comercial poscosecha almacenada en el refrigerador (7 grados Celsius) o a temperatura ambiente (20 grados Celsius). Investigadores de la División de Calidad de Productos Vegetales de la Universidad de Gotinga analizaron los atributos relacionados con el sabor en nuevas cepas de tomate aprovechando la experiencia de un «panel sensorial». El panel sensorial consistió en evaluadores experimentados y capacitados que utilizan sus sentidos para percibir y evaluar las propiedades sensoriales de los productos. Entre otros atributos, este panel examinó la perceptible dulzura, acidez y jugosidad de los tomates. No se encontraron diferencias significativas en el sabor entre las dos opciones de almacenamiento cuando se tuvo en cuenta toda la cadena posterior a la cosecha.
«Es la variedad de tomate en particular la que tiene una influencia importante en el sabor. Por lo tanto, el desarrollo de nuevas variedades con un sabor atractivo puede ser un paso hacia la mejora de la calidad del sabor de los tomates», dice Larissa Kanski, autora principal del estudiar. «Cuanto más corto es el período de almacenamiento, mejor es para el sabor y los atributos relacionados. Sin embargo, pudimos demostrar que, teniendo en cuenta toda la cadena de poscosecha, el almacenamiento a corto plazo de tomates maduros en el refrigerador no afectó el sabor «, informa el profesor jefe de división Elke Pawelzik.

¿Cómo congelar correctamente los tomates?
Para congelar los tomates enteros primero hay que lavarlos muy bien y secarlos con un trapo. Después simplemente es cuestión de ponerlos en una bandeja extendidos en el congelador, y una vez que están congelados, se deben introducir en una bolsa de congelación extrayendo el máximo de aire posible. También pueden envasarse al vacío.
Hay la posibilidad de quitar la de parte del pedúnculo antes de congelarlos, pero no es estrictamente necesario, no obstante, es cómodo para desprender fácilmente la piel cuando se vayan a descongelar. Cuando los tomates se congelan, como sucede con muchos otros alimentos, se pelan con mucha facilidad, al descongelarse la piel se separa de la pulpa prácticamente sola.
Ahora bien, los tomates congelados no son apropiados para comerlos después en ensalada o en cualquier otra elaboración culinaria similar, pues pierden su textura y algo de sabor. Cuando los tomates se descongelan son ideales para cocinar, para hacer todo tipo de guisos, sopas, salsas y demás. Si tenéis cantidad de tomates y queréis guardarlos para disfrutarlos el resto del año sin tener que pasar media tarde en la cocina, probad a congelarlos, de este modo los podréis conservar alrededor de seis meses.

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