Gorchs: un sándwich perfecto

El gran tamaño de los panes y el generoso relleno es una tradición que se mantiene intacta a lo largo de las generaciones.

“El  90% para por los sándwiches y el 10%  para recargar combustible. Muchos llegan por recomendación y cuando ven el tamaño -cada sándwich mide unos 30 cm- se quedan con la boca abierta y les sacan fotos para compartirlas con sus familiares y amigos. Los que nos conocen ya saben de la calidad y el tamaño”, confiesa David Di Tullio.

En el kilómetro 143 de la Ruta Nacional 3 se encuentra un verdadero templo para los amantes de los sándwiches ruteros. En el barcito y servicompras del Automóvil Club Argentino de Gorchs, la familia Di Tullio prepara, hace más de cuatro décadas, unos sándwiches dignos de admiración. ¿Su fórmula secreta?  Pan fresco de la panadería del pueblo y generoso relleno de fiambres regionales. El de jamón crudo y el de matambre casero son venerados por los viajeros y parroquianos de la zona.

Tiene 43 años y es el único hijo de José Estéban (conocido por todos como “El Negro”) y quien comenzó en el rubro hace medio siglo.

José y el ACA de Gorchs

José Estéban, nacido y criado en Las Flores (provincia de Buenos Aires), tenía tan solo 20 años cuando se enteró de que había una posibilidad de trabajo como playero en el ACA de Gorchs. Sin dudarlo, aquella mañana se presentó y para su sorpresa lo convocaron para comenzar aquel mismo día, en el turno noche. Al tiempo, se capacitó en la parte administrativa y años más tarde pasó a ser encargado de empleados. Con sus años de experiencia, lo convocaron en más de una oportunidad para reemplazar durante las vacaciones a los Jefes de Estaciones en distintos puntos del país.

A principios de la década del 80 le surgió la posibilidad de ser concesionario del ACA de Gorchs: primero de la estación y al poco tiempo del servicompras con buffet. Fue en aquella época cuando se le ocurrió comenzar a preparar unos suculentos sándwiches que se volvieron famosos a lo largo de los más de 3 mil kilómetros de la Ruta 3. Desde los inicios, su mujer, María Cristina, se encargó de la atención de los clientes y él de cortar los fiambres, entre otras múltiples tareas en la estación de servicio. 

Mis padres trabajaron muchísimo para lograr que sus sándwiches sean reconocidos en el país. Los dos le pusieron el hombro y fueron siempre positivos y serviciales”, admite David, quien desde pequeño todos los fines de semana y durante las vacaciones los acompañó en el negocio. Se recibió de geógrafo en La Plata y fue docente, pero hace años decidió abocarse de lleno al emprendimiento familiar.

En busca del sándwich perfecto, Di Tullio habló con el panadero del pueblo, que en aquella época tenía horno a leña, y juntos diseñaron el tamaño ideal para los panes. “Tienen igual de importancia que el fiambre. La receta y la calidad sigue siendo la misma de antes. Su tamaño y sabor son inigualables”, admite, y cuenta que todos los días el panadero les lleva productos frescos a partir de las ocho de la mañana. El tamaño habla por sí solo: el pebete llega a medir unos 30 cm y el francés unos 35

Para ellos, los fiambres regionales también marcan la diferencia: “Nos gustan los frigoríficos más pequeños, artesanales y con productos de calidad. Y somos generosos con el relleno. A cada sándwich le ponemos unos 250 gramos del fiambre principal (que el cliente elija)”, agrega, Di Tullio, confeso fanático del sándwich de matambre.

El barcito es discreto y pequeño, con apenas unas pocas mesas, pero los sándwiches que preparan son majestuosos. Con uno, perfectamente pueden comer dos personas. El mostrador suele estar repleto de productos regionales para llevar. Entre ellos, alfajores, mermeladas caseras, conservas y embutidos. Y en la cocina siempre se escucha la maquina fiambrera prendida a todo ritmo. Es que los fiambres, para que no se sequen, son cortados siempre en el momento. Con los panes ocurre lo mismo.  “Todo es bien fresco, no tenemos ningún sándwich hecho. Tardamos unos minutos en prepararlos”, admite. Vale la pena la espera.

Aquí el comensal puede encargar el sándwich que más le guste a su antojo y se lo arman en el momento. Primero elige el pan (francés, pebete o figazza)  y luego los ingredientes para el relleno: matambre, jamón cocido, jamón crudo, bondiola, mortadela, queso, lechuga, tomate, huevo duro, entre otros. Los que despiertan fanatismo son el de matambre casero (que se lo prepara especialmente una señora de Lobos) y el de jamón crudo. “Es impresionante lo que sale el de crudo. Hubo una época en la que por día cortábamos entre 4 y 5 jamones deshuesados. Y ni hablar los fines de semana, que se consumían más de 10”, ejemplifica. Algunas de las combinaciones más solicitadas son el de crudo, queso y manteca; crudo con tomate y el de matambre, queso y mayonesa. Los puristas encaran directo al de jamón y queso. Si se desea, también se pueden pedir tostados.

En Semana Santa, los fines de semana largos, Navidad y Año Nuevo es cuando solían tener ventas récord y se armaban largas filas en busca de los sándwiches sagrados. “Esto explotaba. Muchos vienen por esta ruta por el sándwich y a toda hora había colas con entre 15 y 20 personas. No dábamos abasto”, admite. 

Hubo una época en la que los sábados, uno de los días de mayor concurrencia, despachaban unas 20 docenas de figazzas, 40 kilos de pan francés y aproximadamente 75 unidades de pebetes.

Con la llegada de la pandemia el ritmo de trabajo cambió drásticamente. “Cuando comenzaron las restricciones el campo siguió laburando. Nos salvaron los chacareros y los camioneros que venían a cargar combustible y tomarse un café con sandwichito, pero disminuyeron muchísimo las ventas porque nuestro fuerte son los autos, los viajeros”, cuenta Di Tullio.

Actualmente, encarga por día a la panadería unos ocho kilos de pan francés, cuatro docenas de figazza y una sola bandeja de pebete (incluso a veces, prefiere no pedirla).  “Compro lo justo, porque no anda nadie. Está muy tranquilo y por ahora viene la mano jodida, pero no perdemos las esperanzas”, confiesa.

El sandwich de la ruta 3: dónde queda

“Si llegás a pasar por Gorchs no te podés perder sus sándwiches”, dicen los que los conocen de toda la vida. Incluso, muchos habitués calculan las horas de viaje para llegar justo para el almuerzo y hasta suelen llamar por teléfono para reservar su pan preferido ¿Su mejor publicidad? El boca en boca. “Acá vienen clientes de toda la vida. Papá ha visto más de tres generaciones pasar, crecer y es emocionante porque nos conocemos todos. Esto es una como una gran familia: nos ponemos a charlar entre las mesas sobre fútbol, negocios, política, religión, de todo. El ambiente es muy familiar”, dice Di Tullio, quien conquistó también los paladares de varios personajes de la política, la cultura, el deporte y el espectáculo. Juan Martín Del Potro, Fernando Bravo, Leo Montero, Teté Coustarot, Fernando Burlando, entre otros, fueron sus comensales. Hasta incluso traspasaron fronteras. “Una vez mi suegra estaba en España y en un restaurante escuchó que unos argentinos decían: “Imaginate este jamón crudo con los panes de Gorchs”, cuenta, entre risas. Y rememora otra anécdota en uno de sus viajes: “En las Cataratas del Iguazú, en una de las pasarelas, unos clientes me gritaron: “¡Aguante los sándwiches de Gorchs!”. Me pareció muy loco, pero me puso contento porque quiere decir que lo que estamos haciendo está bueno”.

En más de una oportunidad han intentado sumar empanadas, rolls rellenos con fiambre y verduras, hamburguesas, ensaladas, hasta incluso sándwich de miga. Pero no hay caso. Los clientes van en busca de los clásicos. “El sándwich acá no falla. Somos conocidos por esto y la fórmula, gracias a Dios, funciona. Esperemos que por muchos años más”, concluye, orgulloso.

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