Para lograr un sistema de drenaje efectivo, es crucial implementar diversas estrategias tanto en el diseño como en el manejo de los corrales y las áreas de tránsito del ganado.
Durante los periodos de abundantes precipitaciones, tanto en el verano como en la crudeza del invierno, un factor crítico para garantizar el bienestar animal radica en el adecuado mantenimiento de los suelos. Es esencial asegurar un drenaje eficiente que permita el rápido escurrimiento del agua de lluvia.
La acumulación excesiva de barro en los terrenos no solo incrementa significativamente el nivel de estrés en los animales, sino que también puede inducir fatiga y, lo que es aún más preocupante, favorecer la transmisión de enfermedades como la leptospirosis, una zoonosis bacteriana de considerable impacto en la salud animal y, potencialmente, humana.
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Para establecer un sistema de drenaje efectivo, se deben implementar varias estrategias de diseño y manejo de los corrales y áreas de tránsito animal. En primer lugar, es fundamental desarrollar un grado de inclinación estratégica en la superficie de los corrales. Esta pendiente debe facilitar la circulación gravitacional del agua hacia un sistema de canalización diseñado para recolectar y evacuar el exceso de líquido de manera controlada. En segundo lugar, la compactación de los pisos de los corrales juega un rol crucial para minimizar la infiltración de agua en el subsuelo y prevenir la formación de anegamientos persistentes. Un suelo compactado reduce la porosidad y, por lo tanto, la capacidad de retención de agua.
Finalmente, en caminos destinados a la circulación de los animales, se recomienda implementar un abovedamiento o bombeo hacia los laterales. Esta configuración topográfica impide que el agua se acumule en caminos rurales, evitando la formación de charcos y zonas enlodadas que dificultan el movimiento y aumentan el riesgo de problemas sanitarios.
Más allá de los desafíos impuestos por las lluvias, el extremo frío característico de la temporada invernal representa otro factor ambiental significativo que requiere atención en las diversas producciones pecuarias. Si bien es cierto que la mayoría de los animales de producción poseen una cobertura natural, como pelaje o plumaje, que les proporciona un aislamiento térmico considerable contra las bajas temperaturas, estas condiciones climáticas extremas pueden influir en ciertas prácticas de manejo.
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Un ejemplo claro es la esquila en ovinos y caprinos. Realizar esta actividad durante periodos de frío intenso puede exponer a los animales recién esquilados a un estrés térmico significativo, incrementando su vulnerabilidad a enfermedades respiratorias y metabólicas. Por lo tanto, la planificación de la esquila debe considerar las previsiones meteorológicas y, de ser necesario, posponerse hasta que las condiciones climáticas sean más benignas para el bienestar de los animales. La implementación de refugios o la postergación de la esquila son medidas preventivas esenciales para mitigar los efectos negativos del frío extremo en la salud y productividad de los rebaños.