Una variable de ajuste ante la suba de costos el uso de tecnología en el agro. En este sentido, las decisiones que se condicionan con este panorama son no aplicar toda la tecnología que se podría aplicar, sobre todo en lo que respecta a la fertilización, lo que podría provocar obtener una menor producción.
La agroindustria es la actividad económica que comprende la industrialización y comercialización de productos agropecuarios, forestales y biológicos. Tiene a su cargo la fundamental tarea de transformar los productos generados en el sector primario, agregando valor a los mismos. Por su importancia relativa, esta actividad es estratégica para el desarrollo económico y social de la República Argentina y tiene un gran potencial de crecimiento.
Para Argentina, uno de los grandes agroexportadores mundiales, supuso una entrada extraordinaria de divisas: en marzo, este sector aportó 2.984 millones de dólares, el mejor registro para ese mes en lo que va de siglo, y rozó los 8.000 millones de dólares en el primer trimestre, una cifra récord que supone un 18% más que el año pasado. Las proyecciones auguran que Argentina podría llegar a ingresar hasta 10.000 millones de dólares más en esta campaña que en la anterior y llegar a los 44.000 millones. Sin embargo, la buena noticia para el endeudado Estado argentino queda empañada por el impacto interno en un país donde casi cuatro de cada diez personas son pobres y la inflación supera el 55% interanual. Bajo presión por la subida de los commodities en los mercados internacionales, los alimentos en el mercado interno han subido en marzo un 7,2%.
Para garantizar el ingreso de divisas que deja el campo año tras año en la economía y en las arcas del estado, será necesario un seguimiento diario acerca de lo que ocurre en los mercados.
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El negocio agroindustrial será una vez más determinante para la economía local. Según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, la campaña 2022 alcanzaría un nuevo récord histórico con un ingreso de u$s41.053 millones por la exportación de granos y subproductos.
El dato es importante porque gracias a esa exportación, el estado recaudaría un total de u$s 11.320 millones por derechos de exportación, más de u$s 2000 millones de la estimación que se había hecho en febrero, previo al aumento de precios que impulsó la guerra.
El conflicto bélico no sólo generó la suba de precios en los granos, sino que también provocó una crisis global en el mercado energético que ya tenía problemas tras la migración iniciada en China hacia sistemas mas amigables con el medio ambiente, lo que provocó menores niveles de productividad en varios sectores de insumos -dependientes del gas y el petroleo- que son determinantes para el negocio de la alimentación.
Este tema preocupa particularmente a varios funcionarios del Gobierno, de hecho en los últimos días se generaron varios encuentros para garantizar la disponibilidad y el acceso vía precios para el gasoil y los fertilizantes.
En este sentido, el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Dominguez, se reunió con el jefe de Gabinete de Ministros, Juan Manzur y explicó que “se hizo un repaso de la situación del gasoil, sobre todo para esta cosecha, y analizamos la perspectiva de la cosecha de trigo para poder cumplimentar sin dificultades durante el primer semestre la producción de fertilizantes para el campo argentino”.
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Mas allá de las apreciaciones de índole política, es absolutamente cierto que en el mundo se deberán reconsiderar varias políticas vinculadas a la producción de alimentos y de energía. Con los valores actuales del petróleo y sus derivados será muy difícil domesticar a la inflación en cualquier rincón del mundo. Ese impacto es y será más intenso en territorios como el nuestro, donde la crisis económica es preexistente al inicio del conflicto bélico.
Desde la Cámara de la Industria de Fertilizantes (CIAFA), estiman que la coyuntura internacional tendrá impacto en la productividad agrícola local no sólo por los altos costos de los insumos agrícolas sino porque además nuestro país debe realizar un enorme esfuerzo para coordinar importaciones ya que girar dólares al exterior implica un desafío en si mismo.
A pocas semanas de iniciarse la campaña de trigo, muchos productores ya están pensando en la campaña de maíz del segundo semestre del año. Si bien falta mucho todavía, el escenario de partida no será como el de la campaña pasada, donde la compra de insumos fue a precios “normales” y la venta de los granos a “precios récord”. Aquí el escenario es complejo porque se parte de precios altos en insumos y dudas en cuanto a la disponibilidad de producto.
En este sentido, vale recordar un trabajo reciente del Departamento de Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario, donde se determinó que “asegurar la importación de fertilizantes evitaría la caída de ingresos de u$s3.300 a u$s4.500 millones en la exportación de ambos cereales.
Dentro de los fertilizantes, uno de los que más preocupa a los productores es la urea, que según pudo saber Ámbito se negocia en torno a los u$s1.300/t, muy por encima de los u$s300/t que costaba en mayo del año pasado. Lo mismo ocurre con el fosfato monoamónico (MAP) y el resto de los insumos que son indispensables para la campaña fina.
El aumento de precios no se debió sólo al inicio de la guerra sino que en la salida de la pandemia se dispararon como consecuencia de una política exportadora mas restrictiva en China y Rusia (principales proveedores mundiales). Este contexto de oferta restringida, acompañado de las disrupciones en las cadenas globales de valor y una abrupta alza de los costos internacionales de flete, llevó a los precios a máximos históricos.
La coyuntura internacional conspirará en contra del Gobierno en la lucha contra la inflación. Argentina será el único país del mundo que deba lidiar con esta situación, que se agravó tras las decisiones que debieron tomarse en medio de la pandemia. Lo que sigue implicará un enorme desafío para éste y la mayoría de los gobiernos que padecen alta inflación en alimentos. En lo sucesivo, es probable que muchos países comiencen a tomar medidas restrictivas, proteccionistas e incluso intervencionistas dentro de las cadenas de suministros energéticos y alimenticios, es decir: no debiera sorprendernos si en el futuro escuchamos nuevas versiones de las medidas locales por otras latitudes.