Las semillas campesinas son un patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad. Constituyen la base de la producción alimentaria mundial y permiten que las campesinas y los campesinos produzcan y que los consumidores y ciudadanos encuentren una alimentación saludable y variada.
Pues bien, estas semillas de vida se ven amenazadas por las políticas sobre simientes de los países ricos, los acuerdos de libre comercio y la agroindustria. Con el pretexto “de mejorar” la productividad de las simientes, la agroindustria ha creado un sistema de semillas neoliberal que ha homogeneizado, empobrecido y monopolizado las semillas, provocando la pérdida de tres cuartos de la diversidad de estas y aniquilando una diversidad que los pueblos, gracias al trabajo de las campesinas y los campesinos, habían tardado 10 000 años en generar.
Tres empresas, Monsanto-Bayer, Syngenta-ChemChina y Dupont-Dow, controlan más del 50 % de las semillas comerciales del mundo; semillas que, cada vez más, se modifican genéticamente con el fin de que resistan a los herbicidas y de producir insecticidas. Bajo el liderazgo de la OMC, el Banco Mundial y el FMI, y a través de los acuerdos de libre comercio, así como de las leyes que patentan las semillas y protegen los derechos de los obtentores, y de las normas de la UPOV, este sistema de semillas solo autoriza la circulación de sus propias semillas, criminalizando la salvaguarda, el intercambio, la donación y la venta de semillas campesinas locales.
La situación es tal que los campesinos y las campesinas han perdido numerosas de sus semillas locales, se les envía a prisión por defender e intercambiar su patrimonio de semillas y se arriesgan a redadas y a la incautación de las mismas. El uso de fertilizantes químicos, semillas híbridas y organismos modificados genéticamente que desarrollan las empresas multinacionales destruyen la biodiversidad. Las ciudadanas y los ciudadanos tienen un acceso limitado a una alimentación saludable, variada y buena para su salud.
La Vía Campesina y sus aliados luchan por cambiar la situación. En todo el mundo, La Vía Campesina y sus organizaciones miembros multiplican los esfuerzos de formación, educación, apoyo mutuo e intercambio de semillas. Luchamos para que las leyes nacionales y los tratados internacionales garanticen los derechos de los campesinos a conservar, utilizar, intercambiar, vender y proteger sus semillas de la biopiratería y las contaminaciones genéticas, redactamos libros sobre la historia de las semillas, realizamos estudios y trazamos mapas. Asimismo, fundamos escuelas de agroecología y organizamos ferias de intercambio de semillas campesinas.
Ejercemos nuestro derecho a la autodeterminación para seleccionar las variedades de semillas que queremos plantar y rechazar aquellas que resultan peligrosas en términos económicos, ecológicos y culturales. Se trata de derechos consagrados en el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura y en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos, que acaba de ser adoptada por el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra. Se trata, además, de la única forma de garantizar a los ciudadanos una alimentación saludable, la conservación de la biodiversidad y el logro de la soberanía alimentaria.
Con el objetivo de alentar a cada agricultor, familia campesina o comunidad a comprometerse a adoptar una variedad de semilla vegetal o animal, a convertirse en el guardián de la misma, garantizando su propagación, su reproducción y su distribución, así como a comprometerse con la defensa colectiva de sus derechos a utilizarlas, intercambiarlas, venderlas y protegerlas. De este modo, tejeremos una gran red de semillas campesinas que permitirá salvar aquellas que ahora escasean y extender la producción hacia la soberanía alimentaria de los pueblos.
Al adoptar una semilla, las familias campesinas preservan su identidad y su territorio y reafirman su modo de vida campesino. Reivindican la memoria histórica y la cultura ancestral sobre la gestión de las semillas, promoviendo una agricultura ecológica urbana y rural que reproduce el milagro de las semillas y de los alimentos más numerosos y de mejor calidad, sabor y valor nutricional.
Ninguna medida gubernamental debe limitar los derechos colectivos de los campesinos a utilizar, intercambiar y vender sus semillas. El consentimiento libre entre campesinas y campesinos debería aplicarse sin restricciones.
Sin semillas no hay agricultura, sin agricultura no hay alimentos y sin alimentos no hay pueblos.