En solo cuatro años, más de 6500 productores dejaron de sembrar soja. La pérdida de competitividad y el deterioro del suelo empujan un cambio estructural en el modelo agrícola.
La soja, que supo ser la locomotora de la economía agroexportadora argentina, dejó de ser el cultivo estrella. Según datos del INASE, en la campaña 2024/25 se registraron 54.055 empresas que sembraron soja, frente a 60.619 en 2021/22, lo que implica que 6.500 productores abandonaron su implantación. Las provincias más afectadas por este éxodo son Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, donde se concentraron el 75% de los retiros. El motivo no es solo económico, sino también productivo: la rotación con maíz y trigo ofrece mejores resultados a largo plazo.
El deterioro del suelo y el desgaste que genera el monocultivo de soja se volvieron insostenibles. “El campo aprendió antes que los funcionarios”, destacan los técnicos: rotar no solo es más sustentable, sino también más rentable. En paralelo, la baja de retenciones dispuesta por el Gobierno también favorece cultivos alternativos: la soja pasó de tributar 33% a 26%, el maíz y el sorgo de 12% a 9,5%, mientras que el girasol quedó en 5,5%. En contraste, el uso de semilla fiscalizada de soja sigue por debajo del 20%, mostrando el techo de crecimiento del cultivo.
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El cambio no solo se ve en la cantidad de hectáreas, sino también en la estructura exportadora. Mientras que el maíz y el trigo duplicaron sus volúmenes de exportación desde 2010, la soja muestra un retroceso: en 2021 se vendieron solo 6,3 millones de toneladas al exterior, frente a 9,5 millones en 2010. Esto refleja una caída no solo en la producción, sino en la competitividad internacional del cultivo estrella de décadas pasadas.
El panorama contrasta con Brasil, donde la soja sigue en ascenso, con un incremento del 2% en la superficie sembrada para la próxima campaña. En Argentina, el repliegue es evidente. “La máquina de fabricar dólares ya no funciona como antes”, señalan los expertos, y el campo responde adaptando su estrategia. Con una baja permanente de retenciones y un modelo más diversificado, el agro busca recuperar rentabilidad sin hipotecar el futuro productivo del suelo.