Para optimizar la sostenibilidad en la cuenca del río Colorado, donde el agua escasea, el INTA está investigando nuevas tecnologías y prácticas de manejo. El objetivo es mejorar la eficiencia hídrica y lograr una gestión más precisa del agua en los sistemas agrícolas.
Sin dudas, el riego es fundamental en las regiones áridas. Al haber poca lluvia, es la única manera de asegurar que los cultivos reciban el agua necesaria para crecer y producir. En estas zonas, el manejo eficiente del agua no es solo una cuestión de optimizar la producción, sino de hacerla sostenible a largo plazo.
La cuenca media del río Colorado enfrenta un desafío crítico: la escasez y la variabilidad del agua. Para mantener la productividad agrícola, es fundamental utilizar herramientas que permitan monitorear, planificar y ajustar el riego de forma eficiente.
La cuenca media del río Colorado, en Argentina, es una región que se caracteriza por un clima templado árido. Esto significa que las precipitaciones anuales son muy escasas, con promedios que varían entre 200 y 350 mm. Esta aridez natural, sumada a una alta variabilidad climática, hace que la disponibilidad de agua sea limitada y fluctuante.
En esta región en particular, las lluvias son insuficientes para sostener la agricultura sin un sistema de riego. Los cultivos dependen casi en su totalidad del agua proveniente del río.
Régimen nival del río: El caudal del río Colorado depende principalmente del derretimiento de la nieve acumulada en la cordillera. Años con pocas nevadas se traducen directamente en una menor oferta de agua para la cuenca. De hecho, en los últimos 12 años, los registros de derrame han estado por debajo del promedio histórico.
Te puede interesar: Impacto de la sequía en la producción agrícola

Sensores y datos: el corazón de la gestión del agua
Los especialistas del INTA, Carolina Aumassanne y Dardo Roy Fontanella, destacan el uso de diversas tecnologías para gestionar el recurso hídrico de manera precisa:
- Imágenes satelitales: A través de índices espectrales como NDVI y NDWI, se monitorea el estado de los cultivos en tiempo real, facilitando la toma de decisiones agronómicas.
- Sensores en campo: Las sondas de humedad, instaladas en diferentes profundidades del suelo, ofrecen datos continuos sobre la disponibilidad de agua. Esto permite regar solo cuando es necesario, evitando pérdidas por exceso de riego, especialmente en suelos con baja capacidad de almacenamiento.
- Medición del caudal y la precipitación: Se utilizan caudalímetros, limnígrafos y pluviómetros automáticos para medir el agua aplicada, sumado a los datos de estaciones meteorológicas para estimar la evapotranspiración del cultivo. Integrar estas variables permite ajustar el riego a la demanda real.
Otra nota interesante: Los impactos de las sequías extremas sobre los pastizales y arbustales a nivel mundial

Mejoras en los equipos de riego
Además de la medición, se trabaja en la optimización de los sistemas de riego presurizado. Según Fontanella, «la reducción de la presión en los sistemas de pivote central disminuye el consumo energético, reduce las pérdidas por evaporación y aumenta la uniformidad del riego». La elección de emisores adecuados y una correcta calibración también son prácticas esenciales.
Leer también: Cultivos que conservan el agua y resisten a la sequía
Un enfoque integral y colaborativo
Este enfoque combina la tecnología con el conocimiento técnico adaptado a la región. Estas estrategias no solo mejoran la eficiencia productiva, sino que también permiten una mejor planificación del ciclo agrícola en un contexto de alta variabilidad climática.
El trabajo se complementa con proyectos de investigación y extensión en colaboración con instituciones como el Instituto Nacional del Agua (INA) y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), fortaleciendo la relación entre ciencia, técnica y el territorio.
Contar con información precisa permite a los productores planificar con mayor seguridad. Como concluye Fontanella: «Gestionar el riego con datos confiables no solo reduce costos, sino que también mejora la sostenibilidad del sistema y la adaptación a la variabilidad climática».