La belleza de los árboles es indudable. Un jardín con un árbol como nodo central es la imagen del paraíso. El árbol es también el emblema de aquello que sostiene la vida.
Pero, por fortuna, la vida es diversa y la belleza es siempre plural. Entre el catálogo de árboles que la biodiversidad nos ofrece, el eucalipto arco iris (Eucalyptus deglupta) seguramente es el más colorido, al menos en lo que se refiere a su tronco.
Decía el elegante escritor inglés Sir Thomas Browne que “la naturaleza es el arte de Dios” y el eucalipto arco iris parece ser una rutilante muestra de esta concepción.
La corteza multicolor de este árbol parece ser el resultado de una pintura feral lanzada por el divino azar, gamas de tiempo. Desde cerca los pliegues de la corteza semejan una pintura abstracta de vanguardia o los deltas que arrojan las imágenes satelitales.
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Las tonalidades de este árbol, que recorren todo el espectro de la luz visible, son generadas por el envejecimiento de la corteza que, al “cambiar de piel”, se torna lila, verde, naranja y amarilla.
Este eucalipto, también conocido como Gomero de Mindanao, es el único de esta profusa especie que crece naturalmente en el hemisferio norte. Curiosamente sus troncos multicolores son usados para hacer papel blanco.
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