Hoy en día se puede sumar a la ingeniería genética como una herramienta para facilitar el desarrollo de frutas y frutos con cualidades que son difíciles de alcanzar mediante las técnicas convencionales.
¿Qué consumimos? es lo que muchos se preguntan cuando van a comprar frutas y verduras. Lo cierto es que si existen algunas técnicas que se utilizan para el mejoramiento genético de las frutas que se comercializan en Argentina. A través de este mecanismo se busca mejorar las características de la planta y así producir frutos de calidad, según indico en varias oportunidades El Consejo Argentino sobre Seguridad de Alimentos y Nutrición.
Es un echo que con los avances científicos en varios países del mundo se busca fortalecer a las plantas, que pueden llegar a ser vulnerables a diversos motivos, como las inclemencias climáticas y el ataque de plagas, entre otros. Para revertir o al menos, para evitar ese impacto de agentes externos, por este motivo los especialistas trabajan para hacer a los cultivos más tolerantes a diversas enfermedades, a las heladas o a la falta de agua; pero también realizan trabajos genéticos para mejorar el tamaño del fruto, el color o el sabor, como también el contenido de ciertos nutrientes.
La manipulación que se realiza para realizar estas modificaciones los fitomejoradores primero identifican qué planta presenta las características que desean incorporar en otro ejemplar, para luego cruzar ambas especies. Ente todas las plantas que nacen de estos cruzamientos, se eligen las que mejor equilibrio presenten entre las características buscadas y las que se deseaban mantener de la planta madre, sobre todo en cultivos de frutas, verduras y hortalizas.
Cuando la característica buscada no está presente en las plantas que el fitomejorador tiene para trabajar, se puede sumar a la ingeniería genética como una herramienta para facilitar el desarrollo de frutas y frutos con cualidades que son difíciles de alcanzar mediante las técnicas convencionales. A través de la ingeniería genética –también conocida como biotecnología moderna- se puede introducir un gen de interés, proveniente de otra especie, en la planta que se quiere modificar.
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En busca del alimento perfecto
Cuando vemos una verdura o fruto perfecto, pero sin gusto, la creencia popular nos hace pensar que es transgénico. También, tendemos a creer que las uvas, sandías, mandarinas o naranjas sin semilla son producto de la ingeniería genética, cuando en realidad son producto de mutaciones que ocurrieron naturalmente, precisamente para responder a lo que pedimos los consumidores, quienes por lo general preferimos opciones sin semilla porque nos resulta más cómodo.
En su momento, ante las dudas del consumidor, el Consejo de Seguridad de Alimentos aseguró que actualmente “no hay frutas ni frutos transgénicos en el mercado argentino
En este sentido, se indicó que hoy en día sólo hay cinco frutos transgénicos que se comercializan en el mundo: la papaya y la calabaza resistentes a virus; la berenjena resistente a insectos; la manzana con pardeamiento reducido; y el ananá de pulpa rosada. Cabe destacar que ninguno de estos productos está disponible comercialmente en Argentina, pero sí se consumen en otros países.
Sin embargo, en Argentina hay científicos que trabajan para desarrollar frutos transgénicos, como cítricos con mayor tolerancia a enfermedades; duraznos de mejor calidad; y uvas de mesa y tomates con tolerancia a estrés.
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