La leche y el arroz no son los únicos alimentos que escasean en Sri Lanka. Desde hace meses, el país sufre de un desabasto de productos básicos que muchos consideran que ya se acerca a la hambruna.
El país de más de 22 millones de habitantes enfrenta desde finales de 2021 cortes de energía de hasta 12 horas, una extrema escasez de alimentos, combustible y de otros productos esenciales, como medicamentos.
El gobierno impuso una prohibición general de importaciones con el objetivo de consolidar las reservas de divisas, pero esto ha provocado la escasez de productos de primera necesidad.
Los supermercados racionan desde hace meses la leche en polvo, el azúcar, las lentejas y otros productos de primera necesidad, ya que los bancos no tienen dólares suficientes para financiar las mercancías extranjeras.
La crisis económica se ha convertido recientemente en una crisis política. Las protestas se han extendido por todo el país, dejando el futuro político en la incertidumbre. Periodistas que informan sobre la crisis han sido atacados por personal de seguridad del Estado. Aunque parece improbable que se produzca una represión más amplia en el corto plazo, la reputación de reprimir y suprimir la disidencia que tienen los Rajapaksas significa que no se pueden descartar mayores brotes de violencia.
La crisis política de Sri Lanka tiene que ver con un creciente déficit comercial exterior. Desde que el presidente J. R. Jayewardene abrió el mercado al libre comercio en 1978, e introdujo lo que se llama comúnmente el «mercado abierto o libre», Sri Lanka nunca ha podido cubrir el coste de sus importaciones con los ingresos de las exportaciones.
El déficit del comercio exterior no ha dejado de crecer con cada gobierno votado desde entonces, obligado a buscar préstamos en dólares por numerosas vías para enjugar ese déficit, que crece sin que se preste atención a las importaciones desde la liberación del comercio.
La pandemia del COVID-19 fue utilizada como tapadera de la creciente crisis económica por el actual régimen de Rajapaksa, respaldado por la gran mayoría del electorado cingalés-budista. Continuaron con la corrupción, sin preocuparse por la disminución de las reservas de divisas. En solo dos años, las reservas se redujeron en un 70%, hasta los US$2.300 millones en febrero de 2022.
¿Cómo afecta la crisis económica a la vida cotidiana de la gente?
Sri Lanka no puede importar la mayor parte del combustible esencial, gas LP [petróleo licuado], medicamentos y otros artículos que cubren necesidades diarias. La grave escasez de combustible provoca, de momento, cortes de electricidad que duran de cinco a siete horas. La crisis lo es todo: escasez, inflación, aumento del coste de la vida, pérdida de espacio económico para la mayoría en el sector informal y la interrupción de la movilidad.
El colapso de los servicios, y la incertidumbre que eso genera, han dejado la vida de las personas totalmente sin planificar. Esa misma incertidumbre ha dejado a la industria manufacturera también en una situación desesperada. El sector manufacturero de exportación, especialmente el de la confección, se siente amenazado por posibles retiradas de compradores y marcas que prefieren estabilidad y una producción ininterrumpida. Esto hace que el empleo de miles de trabajadores corra peligro.
¿Cuáles son las demandas de los manifestantes?
Las primeras manifestaciones estallaron en las zonas rurales en septiembre-octubre de 2021, previo a temporada de cultivo de arroz, en protesta por la prohibición total de fertilizantes químicos y otros insumos agrícolas impuesta por el presidente Gotabaya Rajapaksa a fines de abril de 2021. Estas movilizaciones cobraron más fuerza cuando los pequeños productores de té también protestaron exigiendo insumos agrícolas. Allí afloró el gran debate sobre las divisas y la inminente crisis económica.
Cuando el presidente Rajapaksa se vio obligado a dar marcha atrás a su afirmación de fines de 2021 de que Sri Lanka sería el primer país limpio y ecológico en agricultura con fertilizantes orgánicos, y a levantar la prohibición de los fertilizantes químicos, las protestas remitieron, pero dejaron una sociedad agitada por la escasez de alimentos esenciales y el rápido incremento de los precios.
Con la grave escasez de combustible y gas LP que obliga a la gente a ir en busca de minoristas y hacer largas colas, y los cortes de electricidad que aumentaron de dos horas iniciales al día a cinco o más, el estilo de vida de la clase media urbana se desbarató casi por completo, lo que generó furia hacia los Rajapaksas. El enojo social fue lo que dio lugar al lema #GotaGoHome, que tuvo una gran campaña inicial en redes sociales y a través de grupos de WhatsApp y plataformas similares.
La agricultura orgánica pone en jaque la economía de Sri Lanka
Si los Rajapaksas se van, las protestas de los jóvenes que comenzaron el 9 de abril en Galle Face Green enfrentarían un dilema en pocos días. Llevaron a la demanda de un «gobierno interino» formado en el seno del actual parlamento, que los mismos jóvenes condenaron inicialmente como un «parlamento canalla».
Ante una crisis económica y humanitaria cada vez más profunda, Sri Lanka suspendió este invierno un experimento nacional mal concebido en agricultura orgánica. El presidente de Sri Lanka, Gotabaya Rajapaksa, prometió en su campaña electoral de 2019 hacer la transición de los agricultores del país a la agricultura orgánica durante un período de 10 años. En abril pasado, el gobierno de Rajapaksa cumplió esa promesa, imponiendo una prohibición a nivel nacional sobre la importación y el uso de fertilizantes y pesticidas sintéticos y ordenando a los 2 millones de agricultores del país que se vuelvan orgánicos.
El resultado fue brutal y rápido. En contra de las afirmaciones de que los métodos orgánicos pueden producir rendimientos comparables a los de la agricultura convencional, la producción nacional de arroz cayó un 20 por ciento solo en los primeros seis meses. Sri Lanka, autosuficiente durante mucho tiempo en la producción de arroz, se ha visto obligada a importar $ 450 millones valor del arroz incluso cuando los precios internos de este alimento básico de la dieta nacional aumentaron alrededor de 50 por ciento. La prohibición también devastó la cosecha de té de la nación, su principal exportación y fuente de Divisas.