Los investigadores, que acaban de publicar sus conclusiones en la revista « PLOS ONE», afirman que esta estratagema sería la primera que documenta el uso de herramientas por parte de estos insectos.
Un equipo de científicos de las universidades de Guelp (Canadá) y Georgia (EE. UU.) han descubierto el ingenioso plan de las abejas de Vietnam para librarse de las avispas asesinas que atacan a sus enjambres: «pintadas» de estiércol en sus colmenas.
El profesor de la Universidad de Georgia, Gard Otis, lleva estudiando a las abejas de Vietnam durante décadas. Es así como cayó en la cuenta de que había pequeños puntos oscuros en las entradas de sus colmenas. Cuando preguntó a los apicultores de la zona, le dijeron que se trataba de estiércol de búfalo que las propias abejas asiáticas depositaban allí, e intuían que se trataba de una defensa contra los avispones gigantesasiáticos (Vespa soror, parientes de las Vespa mandarinia, la especie invasora conocida como «avispa asesina» ya presente en muchos lugares del mundo, incluidos Estados Unidos y España), quienes atacan en grupo a sus enjambres para hacerse con su control y alimentar a sus crías con las larvas de sus víctimas.
«La recolección de estiércol por parte de las abejas es un comportamiento del que nunca antes se había informado y que, hasta la fecha, nadie ha estudiado», explica Otis, quien señala que la V. mandarinia es «el avispón más grande que amenaza a las abejas» y uno de sus depredadores más voraces, además de especie invasora que pone en peligro el equilibrio de las colmenas autóctonas, los ecosistemas locales e incluso la seguridad humana.
Avispas asesinas contra abejas
Al igual que las V. mandirinia, las V. soror tienen un corpulento cuerpo de casi 5 centímetros de largo y cuentan con un potente veneno que disuelve los tejidos. Ambas especies son las únicas avispas que realizan ataques organizados a las colmenas, asaltando los nidos, matando a las abejas y llevándose con ellas las larvas y pupas para alimentar a sus propias crías. Los investigadores creen que las abejas asiáticas, como llevan más tiempo conviviendo con estas especies de avispones gigantes, han desarrollado este mecanismo de defensa.
Con el objetivo de entender bien el sistema, los investigadores llevaron a cabo un experimento: recolectaron estiércol de búfalos, vacas, cerdos y pollos, colocándolos después en montículos cerca de las colmenas. El equipo marcó algunas abejas para poder identificarlas, e instalaron cámaras en las entradas de los nidos. Así es como pudieron observar que unas 150 abejas habían visitado los montículos de heces (particularmente los de cerdos y pollos, que eran los que más olor desprendían), cogían parte de la sustancia con la boca, la moldeaban y luego la pegaban en la entrada. Los investigadores dieron un paso más allá para entender este mecanismo y marcaron algunos puntos de las colmenas con feromonas que las avispas utilizan para señalar sus nidos objetivos. Justamente allí es donde las abejas pegaron los excrementos.
En cuanto a los resultados de este ingenioso «truco», los investigadores observaron que las avispas pasaron menos de la mitad de tiempo merodeando las entradas marcadas por más estiercol que en las que tenían unos pocos puntos, y apenas mordieron los nidos para llegar a las larvas. También vieron que era menos probable que lanzaran ataques masivos a las colmenas más manchadas.
Los investigadores no están seguros de qué es exactamente lo que disuade a las avispas, aunque sospechan que los insectos son repelidos por el olor, si bien el estiércol puede, además, enmascarar los aromas emitidos por las abejas.
En cuanto a que esta práctica sea una prueba del uso de herramientas por parte de las abejas -un largo debate que incluye al resto de insectos-, los autores mantienen que estas claramente usan los excrementos como material para alterar la colmena con un propósito, moldeando además piezas con la boca, por lo que se cumple el requisito de sostener o manipular una herramienta.
Abejas canadienses sin plan
Los apicultores en Vietnam normalmente controlan a las avispas haciendo guardia y ahuyentándolas con palos, evitando así que se intensifiquen los ataques. «Si se lo permites, un grupo de avispones se reunirá, atacará a la colonia y tomará el control. Los apicultores los controlan todos los días moviéndose entre sus colmenas y golpeando a las avispas», afirma Otis. Entre ambos consiguen aplacar la «furia» de esta especie, que puede ocasionar grandes estragos en la naturaleza.
Sin embargo, al estudiar las colonias canadienses (en donde se han detectado enjambres de V. mandirinia, igual que en EE. UU. o en España), los investigadores se dieron cuenta de que estas no contaban con mecanismos similares, por lo que los apicultores quedan a expensas de la destrucción directa de los enjambres de las avispas asesinas o esperar a que el clima u otros factores acabe con la propagación de esta especie invasora. «No han tenido la oportunidad de desarrollar defensas», señala Otis.