Aunque el agua comenzó a retirarse en el centro-oeste bonaerense, la campaña agrícola quedó fuertemente recortada y la actividad económica sigue lejos de la normalidad.
Este año, el centro-oeste de la provincia de Buenos Aires atravesó uno de los peores eventos hídricos de las últimas décadas, con lluvias que superaron los 1.700 milímetros y más de cinco millones de hectáreas afectadas. Si bien el exceso de agua empezó a bajar, la recuperación productiva es parcial y en distritos clave como Bolívar, 9 de Julio y Carlos Casares la siembra de granos gruesos apenas alcanza entre el 40% y el 50% del área habitual.
En Bolívar, uno de los partidos más castigados, la gruesa quedó severamente recortada y la campaña fina prácticamente perdida. Según relevamientos locales, solo se logró implantar cerca del 40% de la superficie, con reemplazos forzados de maíz por soja y campos que aún no pueden trabajarse. A esto se suman caminos rurales deteriorados, que siguen limitando la logística y el normal funcionamiento del sistema productivo.
La situación se repite en 9 de Julio, donde algunas zonas registraron hasta 1.779 milímetros de lluvia en el año y la siembra avanza tarde y de manera desigual. Aunque los cultivos implantados muestran buen estado, el atraso en las labores, la escasa fina y los daños por heladas redujeron el potencial productivo, mientras que los caminos de producción continúan en estado crítico.
El golpe ya se refleja en la economía de las comunidades rurales, con menor movimiento comercial y preocupación de cara a 2026. Dirigentes rurales advierten que la falta de ingresos de la campaña fina y una gruesa incompleta impactarán en comercios, servicios y empleo local, en una región clave que concentra el 25% de los granos del país y el 28% del stock bovino nacional.




