La soja lucha por «sobrevivir» a la falta de lluvias y a la anunciada ola de calor

La supervivencia de la soja de primera depende en gran medida de las lluvias recientes. En las regiones donde las precipitaciones fueron suficientes, el cultivo continúa desarrollándose, pero en las zonas secas, su futuro es incierto.

La campaña agrícola presenta una alta heterogeneidad, pero un factor común es la significativa escasez hídrica que afecta a la región, particularmente durante el período crítico para el cultivo de soja, comprendido entre el 15 de enero y el 15 de febrero. La ocurrencia de lluvias en cada semana de este intervalo resulta determinante para el rendimiento del cultivo. Si bien se anticipa un evento precipitante para el próximo miércoles 5 de febrero, la persistencia de las precipitaciones en los siguientes 10 días presenta una alta incertidumbre.

La soja ha experimentado una variabilidad en su desarrollo. Si bien un 5% de los lotes se encuentra en excelentes condiciones y el 15% en muy buenas, un 50% persiste en estado regular a malo. El cultivo se encuentra mayoritariamente en etapas reproductivas (R3-R4), con un 60%, mientras que un 5% ya inició el llenado de granos (R5). Las perspectivas son más favorables en zonas con mayores precipitaciones, donde el cultivo logró recuperarse.

La opinión de los agrónomos sobre el cultivo de la soja

La falta de lluvias pone en jaque a la producción agrícola en la región. En localidades como Tortugas y Rosario, la situación es crítica y se necesitan lluvias inmediatas para evitar pérdidas irreversibles. En otras zonas, como Pergamino y Junín, los cultivos muestran signos de estrés hídrico y los rendimientos se verán afectados si la sequía persiste. Los productores advierten que la continuidad de las lluvias será fundamental para asegurar la supervivencia de los cultivos y evitar una crisis en el sector.

La variabilidad espacial de las precipitaciones está generando un escenario complejo para la soja. Mientras algunos lotes aún conservan potencial de rendimiento, otros presentan un marcado estrés hídrico. En Pergamino, la baja densidad de plantas y su escaso desarrollo vegetativo en la soja de segunda indican un fuerte impacto de la sequía, con escasas perspectivas de recuperación.

En Junín, la deficiencia hídrica ha provocado una disminución significativa de la humedad del suelo en las zonas altas, resultando en la pérdida de cultivos. El ataque de la araña roja ha exacerbado el problema, reduciendo aún más el vigor de las plantas. Si bien se ha observado una ligera recuperación en algunas áreas tras las precipitaciones, la situación general de los cultivos sigue siendo precaria.

«El NDVI nos revela que las zonas más afectadas por la sequía en 2023 fueron el oeste del norte bonaerense y el centro-sur santafesino. En 2025, el norte bonaerense fue el más perjudicado, mostrando un nivel de daño similar al año anterior. Incluso en 2024, a pesar de las lluvias de enero, el contraste de condiciones es evidente.

Mientras el norte bonaerense enfrenta una severa crisis en la producción de [cultivo], con pérdidas que podrían superar el 50%, el centro-sur de Santa Fe y el sureste cordobés anticipan una cosecha abundante, con rendimientos estimados en torno a los 100 qq/ha. El sur santafesino, aunque con menor potencial, también presenta buenas perspectivas, con un promedio proyectado de 90 qq/ha.

Con información de: https://www.bcr.com.ar/

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