Uvas de alto potencial enológico a 1.500 metros de altura

Tinogasta impulsó la producción vitivinícola al incorporar variedades de uva de mayor potencial enológico, adaptadas al clima local. Con su propia marca, hoy elaboran 2000 litros de vino artesanal al año. También han diversificado la oferta, sumando al mercado uva fresca y pasas.

A 1500 metros sobre el nivel del mar, en el árido y luminoso valle catamarqueño –un entorno idóneo para la vitivinicultura– la familia Garibay, originaria de Rosario, Santa Fe, logró transformar una parcela de apenas una hectárea y media en un proyecto productivo modelo.

En esta finca se formalizaron su esfuerzo, pasión y trabajo, demostrando un profundo compromiso con el arraigo y el desarrollo local.

La clave: Recambio varietal y asesoramiento técnico

Desde su llegada, la familia comenzó con variedades criollas y algunas plantas de Malbec. Sin embargo, la verdadera transformación se inició gracias al asesoramiento técnico del INTA. Esta cooperación fue fundamental para:

  1. Recambio Varietal: Incorporar cepas mejor adaptadas a las condiciones agroclimáticas locales: Malbec, Syrah y Cabernet Sauvignon.
  2. Diversificación Productiva: Ampliar los destinos del cultivo, abarcando uva fresca, pasas y, crucialmente, la elaboración de vino artesanal.

Como explica Javier Oviedo, técnico del INTA Tinogasta, el desafío principal era «mejorar el viñedo». Se trabajó en la reposición de plantas, el manejo del riego y la elección de variedades con mayor potencial enológico, lo que permitió «mejorar el rendimiento y pensar en valor agregado».

Colaboración interinstitucional: El motor del crecimiento

El éxito de este emprendimiento se cimentó en una alianza estratégica. El vínculo con el Centro de Desarrollo Vitivinícola (CDV) y la cooperación entre INTA, la Municipalidad de Tinogasta, productores locales y la familia Garibay fue esencial para transformar el viñedo en un lugar óptimo para el desarrollo de uvas finas.

Lucrecia Garibay subraya que la consolidación de redes y la asistencia técnica fueron decisivas para superar los desafíos iniciales, especialmente los relacionados con la comercialización.

Del viñedo al vino con marca propia

El proyecto comenzó en 2016, y el gran hito llegó en 2023 con la elaboración de su primer vino de marca propia: un Malbec embotellado artesanalmente. «Uno de los momentos de mayor orgullo fue ver la etiqueta de nuestro vino, ‘Finca y Bodega La Dionisia’”, comenta Lucrecia, destacando el enorme esfuerzo económico y cotidiano que hay detrás.

Hoy, con una producción que supera los 2000 litros de vino anuales, la familia Garibay proyecta seguir mejorando la calidad y ampliar la superficie cultivada.

La experiencia de «La Dionisia» es un claro testimonio de cómo el acompañamiento técnico, la visión estratégica y el compromiso de los productores pueden transformar un viñedo familiar en una iniciativa de alto valor que impulsa el desarrollo productivo en el corazón de Catamarca.

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