Un grupo de científicos ha desarrollado un método para producir y extraer aceite de las algas microscópicas, una alternativa más ecológica y saludable que el de palma.
Además de la polémica por sus posibles efectos perniciosos para la salud por sus grasas saturadas, el aceite de palma se ha convertido en la diana de numerosos ataques debido a las extensiones de terreno que exige su cultivo, con la consiguiente deforestación de zonas boscosas. Los científicos de Abu Dhabi consideran que un alga que crece en abundancia en la región de Emiratos Árabes Unidos podría ofrecer la respuesta a ese problema. La Chloridium es una micro alga que crece tanto en agua dulce como salada y que produce aceites en sus procesos metabólicos. Técnicamente, esto recibe el apelativo de propiedades oleogénicas. En este caso, se trata de aceite palmítico, el mismo que produce la planta de la palma en altas concentraciones. Anteriormente, la empresa británica Ecover lanzó el primer detergente sin aceite de palma, basado también en aceite de algas, aunque recurriendo a variedades genéticamente modificadas.
En resumen, el uso de algas en procesos industriales sería doblemente beneficioso para el medio ambiente, ya que, por un lado, atrapan dióxido de carbono y, por el otro, previenen la deforestación. Y, como hemos visto en ocasiones anteriores, sus aplicaciones van mucho más allá de estos innovadores materiales: pueden ser alimento, biocombustible e incluso fuente de inspiración para nuevas energías renovables.
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El aceite de palma, muy usado en la comida procesada, es polémico por sus posibles efectos sobre la salud y, sobre todo, por el impacto de su cultivo en el medio ambiente. Los investigadores de la Universidad Tecnológica Nanyang de Singapur han encontrado un posible sustituto para el futuro: aceite extraído de algas microscópicas.
Los aceites de las microalgas de la especie Chromochloris zofingiensis se podrían usar como un sustituto del aceite de palma en la industria alimenticia. Este aceite contiene más proporción de grasas poliinsaturadas, que se han asociado a un menor nivel de colesterol LDL (el colesterol «malo») y un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares, que incluyen los ataques al corazón, el sangrado dentro de un órgano o los fallos en la circulación sanguínea.
La técnica, publicada en la revista Journal of Applied Phycology, consiste en añadir ácido pirúvico, un ácido graso presente en todas las células, a una solución microalgas. Esta mezcla se expone a luz ultravioleta para estimular la fotosíntesis. Después de dos semanas, este compuesto se lava y se seca para tratarlo con metanol para separar el aceite de la proteína.
Los problemas del aceite de palma
La industria alimentaria usa el aceite de palma en bollería, platos preparados o salsas. Su empleo masivo se debe a que es más barato que otros como el de soja o la manteca de coco. El aceite de palma es rico en ácidos grasos saturados, que en determinados casos pueden aumentar el riesgo de enfermedades metabólicas. Además, para mejorar el sabor y color, el aceite de palma es procesado a altas temperaturas. Durante este tratamiento, se generan esteres glicidílicos, unos compuestos químicos que pueden resultar cancerígenos. El aceite de palma también se emplea en cosmética para las cremas, pasta de dientes o jabones, o en el sector automovilístico, para la producción de biodiesel.
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Al mismo tiempo, este nuevo método ayudaría a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Los principales países que cultivan la palma para producir aceite son Indonesia y Malasia. En 2018, un estudio mostraba que se emiten 174 toneladas de carbono cada vez que una hectárea de la selva tropical de Indonesia se convertía en plantaciones de aceite de palma.
Aparte del cambio climático, el cultivo masivo ha provocado que los orangutanes, declarados como especie en peligro crítico de extinción, pierdan gran parte de su hábitat. Estos animales se alimentan principalmente de frutos y pasan más tiempo en los árboles que en el suelo. La tala intensiva de la selva provoca que los animales se desorienten y busquen comida en zonas que se han convertido en agrícolas. Cuando esto pasa, los agricultores les disparan.
Según The Project Ark Foundation, cada año mueren entre 2.000 y 3.000 orangutanes en la selva de Borneo en Indonesio. Esta cifra coincide con el aumento de producción de aceite de palma. Entre 2015 y 2016, se produjeron 58.140 millones de toneladas en Malasia e Indonesia, cinco veces más que entre 1998 y 1999.