Si nunca antes te lo habías planteado, en esta nota te contamos qué similitudes tienen entre sí. La ciencia lo explica de la siguiente manera.
En la actualidad hay muchos sectores industriales en que los que los coloides son fundamentales. Un coloide es un proceso, sistema o combinación fisicoquímica en el que un elemento se comporta en dos fases: una continua, normalmente fluida, y otra dispersa en forma de partículas. De este modo, el mismo líquido de la cerveza forma una espuma, y la niebla, a pesar de ser agua, está en estado gaseoso.
En esta investigación el especialista Rodrigo Moreno destaca entre otros, el de la agroquímica y el uso que hace de insecticidas y fungicidas, que al mezclarse con el agua forman una emulsión homogénea.
Por ejemplo, en el control que la química coloidal ejerce en la fabricación de medicamentos y otras aplicaciones farmacéuticas, como la liberación controlada de componentes activos.
Los coloides están presentes en muchos procesos y productos cotidianos, aunque la mayoría no hayamos oído hablar nunca de ellos. Son mezclas no homogéneas de dos o más fases (gas, líquido o sólido) en las que una de ellas tiene un tamaño menor a un micrómetro (0,001 milímetros) y que hacen posible la existencia de muchos materiales que usamos a diario. También se encuentran detrás de complejas tecnologías que en el futuro podrían permitir reutilizar materias primas o eliminar microplásticos de ríos y océanos.
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Coloides a la carta
Aunque se basa en buena parte en los principios de la física y la química, “la ciencia de los coloides es multidisciplinar, y en ella también participan áreas como la biología o la ingeniería”, explica el autor. La lista de coloides es amplísima e incluye desde fenómenos atmosféricos hasta alimentos.
¿Cómo puede englobar un único término tantos tipos de sustancias y sistemas?
Según Moreno, “La respuesta está relacionada con el hecho de que un coloide no es un elemento o compuesto puro, sino una combinación de dos o más componentes uniformemente distribuidos y cuyas propiedades están más vinculadas con su aspecto físico que con su composición química”.
El caso más frecuente de las posibles combinaciones que dan lugar a un coloide es el de las dispersiones coloidales. Por ejemplo, un gas se dispersa en un líquido o en un sólido y forma espumas como la que hay en la cerveza; consecuencia en este caso del CO2 que produce la fermentación alcohólica de los cereales en el líquido y que mantiene su aspecto y densidad por efecto de la tensión superficial de las burbujas.
Otra posibilidad es que la fase dispersa (la parte minoritaria de la mezcla) sea un líquido, que puede estar en un gas, en otro líquido o en un sólido. En el primer caso, líquido en gas, se forman aerosoles o espráis líquidos, como la niebla o la bruma. “En casa también podemos ver algunos ejemplos, como las claras de huevo montadas o ambientadores, desodorantes o insecticidas”, ilustra el investigador del CSIC. Por otro lado, la dispersión de un líquido en un sólido es el origen de los geles, como las esferificaciones alimentarias conseguidas por entrecruzamiento de cadenas de alginato. También el humo, cuando un sólido está disperso en un gas, es otro ejemplo de ese amplio catálogo coloidal.
Química coloidal para la industria
Los coloides son también ‘ingredientes’ básicos en la industria alimentaria. “En algunos casos el factor más relevante es el de la estabilidad, por lo que se usan conservantes y estabilizantes para conseguir la máxima duración del producto y retrasar al máximo la fecha de caducidad. Otros productos se preparan directamente antes de consumir, por lo que la facilidad de conseguir una dispersión inmediata sin la presencia de grumos es un factor crítico”, explica.
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Con información de: https://www.eltiempo.es/