Si bien los precios de los alimentos se desaceleraron en abril, se mantuvieron con cifras elevadas, que siguen siendo preocupantes en un contexto en el cual las canastas básicas ya treparon en el primer trimestre muy por encima de la inflación.
En el cuarto mes del año los precios aumentaron un 6% respecto a marzo, un retroceso de 0,7 puntos porcentuales en comparación a la medición del mes anterior, cuando se registró la mayor subida intermensual de los últimos 20 años (6,7%). Los precios al consumidor habían acumulado el año pasado una subida del 50,9%, experimentando una aceleración respecto al 36,1% verificado en 2020.
Para este año, el Gobierno argentino había proyectado inicialmente una inflación anual del 33%, pero en el acuerdo de refinanciación alcanzado recientemente por el Ejecutivo de Alberto Fernández y el Fondo Monetario Internacional se incluyó una proyección de inflación para 2022 de entre el 38% y el 48%. Sin embargo, los analistas consultados todos los meses por el Banco Central sostienen que la inflación será este año del 65,1% y en 2023, del 50,5%.
La inflación es la variable que pega más duro entre los más pobres. La subida del IPC ha sido especialmente dura para los alimentos, que hasta este mes llevaba registros por encima del promedio.
Una de las cuestiones más preocupantes del dato del INDEC fue que la inflación núcleo, que no tiene en cuenta ni los segmentos regulados por el Gobierno ni factores estacionales, se aceleró por tercer mes consecutivo para anotar un 6,7%.
“La aceleración del Índice de Precios al Consumidor (IPC) núcleo tiene que ver con una mezcla de productos que incidieron, como alquileres, restaurantes o recreación y cultura”, expresó en diálogo con Ámbito la analista de Ecolatina, Agostina Myronec.
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Por su parte, el Magister en Economía, Lorenzo Sigaut Gravina, advirtió como posible factor desencadenante a «la remarcación de precios y salarios por motivos de inercia y/o expectativas de inflación desancladas».
Por el contrario, las categorías de precios Regulados y precios Estacionales, exhibieron desaceleraciones y marcaron un 3,9% y 5,4%, respectivamente.
Entre las divisiones de mayor peso en el IPC general resaltaron los mayores aumentos promedio en Restaurantes y hoteles (pasó de 5,4% a 7,3%) y Salud (se elevó de 5% a 6,4%), este último impulsado por subas autorizadas en prepagas.
Por su parte, Prendas de vestir y calzado volvió a liderar los incrementos, con un salto mensual de 9,9% (vs 10,9% de marzo). Especialistas en el rubro explican que son varias las razones de las subas en este sector, entre las cuales están: problemas de oferta por falta de talleres para confección, recomposición de ganancias tras la crisis atravesada durante el macrismo y la pandemia, el cambio de temporada y restricciones a las importaciones, todo sumado a la inercia que atraviesa a todos los precios de la economía.
Alimentos y bebidas fue, nuevamente, la división que más incidió en el avance del IPC. De acuerdo con los datos oficiales, en este rubro se verificó un significativo aumento de 5,9%, aunque menor al de febrero y marzo.
Los problemas en la cadena de suministros y la escalada en el precio de los commodities a nivel global, que ya había comenzado con la pandemia y se agravó por la guerra en Ucrania, echó más leña al fuego a la dinámica inflacionaria en Argentina.
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En efecto, dentro de los alimentos que más subieron en el Gran Buenos Aires se encontraron la harina de trigo (16,1%) y el aceite de girasol (13,5%), afectados por el salto en el valor mundial de los granos.
Un estudio realizado por los economistas Nicolás Bertholet, Gabriel Montes Rojas, y Fernando Toledo mostró, por ejemplo, que una suba del 10% en los precios internacionales de los alimentos agrega 0,5 puntos a la inflación de los 40 países analizados en el trabajo, en línea con los cálculos del FMI. “El potencial efecto no es despreciable ante una súbita aceleración de los precios de los insumos energéticos o de los alimentos, bienes básicos para toda la economía”, resaltaron.
Paralelamente, aclararon que “la muestra examinada se caracteriza por evidenciar baja inflación durante el periodo analizado, por lo que los efectos pueden diferir en países con tasas de inflación elevadas (como Argentina)”.
«Durante abril los precios internacionales relevantes para la Argentina no se movieron demasiado, pero es probable que el fuerte shock observado en estos precios durante marzo se haya filtrado también en el IPC del útimo mes», dijo al respecto Sigaut Gravina.
El mercado prevé inflación de 65% para 2022
El último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), elaborado por el Banco Central (BCRA), plasmó que el sector privado esperaba en líneas generales una inflación de 5,6% para abril. Asimismo, las consultoras y entidades financieras que participaron del REM elevaron su pronóstico para el acumulado de 2022, desde el 59,2% hasta el 65,1%.
Vale recordar que en marzo los precios habían escalado 6,7%, su mayor marca mensual desde 2002. Con el número de abril ya publicado, en el primer cuatrimestre se observó un alza promedio acumulada de 23,1%, la más alta desde 1991.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, dijo en sus últimas declaraciones públicas que a la inflación “hay que atacarla con firmeza” y con un “programa económico consistente y creíble”.
En ese sentido, el funcionario sostiene que la política macroeconómica de su cartera debe tener un “enfoque integral”, que incluye «un bloque externo, un bloque fiscal, uno monetario y una complementariedad que son las políticas de precios e ingresos».
Martín Kalos, director de la consultora EPyCA, sostuvo que el salto inflacionario de los últimos meses no sería tan alarmante «si se tratase de un evento aislado».
«El problema es que marca una aceleración de una inercia que está lejos de corregirse. Hay que encontrar una política creíble, que le de un horizonte a las expectativas. No se trata de usar un ancla o dos, sino de converger a un sendero de expectativas de reducción de la inflación, que requiere una coordinación de las políticas económicas y una articulación con el sector privado, que hoy no se está dando”, acotó.
Con una mirada similar, Myronec ve difícil que el Gobierno apele a las anclas tradicionales. “En el segundo trimestre se están cerrando y se van a cerrar paritarias en cifras más elevadas. En paralelo, los precios regulados van recuperando el terreno perdido y el Gobierno debe evitar que el tipo de cambio se atrase demasiado”, profundizó.
Presión sobre los salarios y la pobreza
La aceleración de los precios frenó el tenue repunte que los salarios habían tenido en 2021. El INDEC mostró esta semana que los salarios reales cayeron cerca de 1% en el primer trimestre.
Luis Campos, coordinador del Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma, reflejó que en igual período el Salario Mínimo, Vital y Móvil, perdió todo lo que había recuperado el año pasado, y volvió a ubicarse en los niveles más bajos desde 2004.
Frente a esa situación, Guzmán afirmó que “es una obviedad” que tiene que adelantarse el aumento del salario mínimo, que tradicionalmente se concreta en el segundo semestre del año. “Lo mismo hicimos con el refuerzo de ingresos para los sectores informales, reaccionando inmediatamente a lo que fue el impacto inflacionario provocado por la guerra en Ucrania”, agregó.
En esa línea, el Gobierno ya adelantó para junio las dos cuotas de aumento del salario mínimo que se iban a dar en julio y agosto. Desde el mes próximo, el piso pasará a ser de $45.540, contra una canasta básica que ya supera los $30.000 para un solo individuo, y perfora los $90.000 para una familia.
“Si bien los precios de los alimentos se desaceleraron en abril, se mantuvieron con cifras elevadas, que siguen siendo preocupantes en un contexto en el cual las canastas básicas ya treparon en el primer trimestre muy por encima de la inflación. Eso te marca lo que puede pasar con los niveles de pobreza e indigencia en el primer semestre”, alertó Myronec.