La mayoría de los pronósticos que asignan una alta probabilidad de que la Argentina registre un nuevo evento «Niña», siendo el tercer evento en menos de dos años.
Los científicos han estado atentos a cómo están las temperaturas en el agua sobre el Pacífico tropical durante el mes de marzo. Se continúa observando que la temperatura de la superficie del mar sigue por debajo de el promedio y dentro de las posibilidades que marcarían el fenómeno de La Niña. También las temperaturas desde la superficie hasta 200 m de profundidad continúan por debajo del promedio.
Considerando esto y otras variables atmosféricas relacionadas con el fenómeno ENSO, como las anomalías del viento en los niveles bajos y en los niveles superiores, la convección tropical, etc., el sistema océano-atmósfera reflejó un estado ENSO-aún activo asociado a La Niña.
Sería el tercer evento con falta de lluvias de manera consecutiva. El daño, en términos productivos, podría ser aún más gravoso que los dos años anteriores ya que los suelos en las principales regiones agrícolas del país vienen muy resentidos por falta de humedad.
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Los últimos informes climáticos hablan de un 53% de probabilidades de que «La Niña» continúe hasta el período julio/agosto de 2022. Esto hizo que aumente la chance de que el fenómeno se instale durante el último trimestre del año y el verano de 2023 (marzo, febrero y marzo).
«Existe una probabilidad muy pareja del orden del 40 a 50% de una transición a Niña, que sería la tercera consecutiva; hace 20 años que no ocurre algo así», advirtió Elorriaga. «El problema de estos escenarios es que mes a mes se agrava una falta de agua que se vuelve estructural».
Según los recientes datos, marzo continuó con temperaturas de superficie de mar por debajo del promedio a través del centro y este del Océano Pacifico ecuatorial. En la región clave de medición, denominada Niño 3.4, la temperatura se situaba 1 °C aproximadamente más fría que los promedios, siendo este valor la sexta anomalía de temperatura superficial del agua en esta región más negativa para todos los marzos desde 1950.
Pero esto no es todo, porque importa más aun lo que sucede en la capa subsuperficial del océano a la hora de prever condiciones futuras, y es aquí donde se encontró un aumento en marzo de la cantidad de agua más fría que lo normal. Es decir, las anomalías de temperaturas de la subsuperficie (promediadas entre 180°-100°W y 0-300m de profundidad) disminuyeron y estuvieron negativas durante todo el mes debido a la expansión de temperaturas por debajo del promedio desde la superficie hasta 200 metros de profundidad en el Océano Pacífico ecuatorial este-central.
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El dato es que la zona núcleo pampeana lleva ya 23 meses de lluvias por debajo de los niveles mensuales históricos. «Los productores han visto cómo se ha modificado el paisaje al desaparecer cursos de agua y lagunas que eran tradicionales en los campos», comentó Elorriaga.
«La Niña» viene trayendo fuertes pérdidas productivas en Argentina. La previsión de cosecha de soja 2021/22 cayó de 48 a 40 millones de toneladas, mientras que la de maíz caería de 55 a alrededor de 50 millones de toneladas con importantes mermas de calidad en ambos cultivos.
La soja y el maíz no serán los únicos perjudicados. El Climate Prediction Center (CPC/IRI) indicó que existe un 65% de probabilidad de ocurrencia de un evento «Niña» entre mayo y junio. Se trata del período en el cual se siembran cereales de invierno en la Argentina.
Los especialistas de dicho Centro Climático internacional, en línea con la Bolsa de Comercio de Rosario, no descartan que La Niña reaparezca en el ciclo 2022/23. Para este caso le atribuyen una probabilidad mayoritaria del 44% versus un 41% de escenario «Neutro».
Cabe recordar que en 2018, en medio de la peor sequía de los últimos 50 años, la Argentina perdió alrededor de 8.000 millones de dólares en concepto de exportaciones por las caídas en las producciones de soja (36 millones de toneladas) y maíz (40 millones de toneladas).
Este año, las pérdidas productivas en ambos cultivos se ven compensadas, de alguna manera, por la suba de precios internacionales que llevó a los commodities agrícolas a niveles récords históricos con un aumento pronunciado a partir de la invasión de Rusia a Ucrania.