Los suelos en el campo suelen ser sometidos a la tensión de la sequía, la respuesta del suelo se manifiesta, entre otros signos, a través de la aparición de grietas superficiales.
Cuando falta el agua, el rendimiento de los cultivos claves como la soja, el maíz, el trigo y el girasol, se ven afectados. Esto representa un impacto significativo en la región productora, ya que se trata de los principales motores de la economía argentina a través de las exportaciones. Se han registrado pérdidas de hasta el 50% en algunos cultivos durante sequías severas, sobre todo en años con la presencia de la Niña, sobre todo el impacto llegó a afectar a las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, áreas de Córdoba y Buenos Aires.
Lo grave de la situación es cuando los suelos agrícolas se rompen. Este agrietamiento, típico de los períodos de déficit hídrico prolongado, es una consecuencia directa de la disminución del contenido de humedad y las variaciones en el volumen edáfico, especialmente pronunciadas en suelos con predominancia de minerales arcillosos. La estructura laminar y la alta superficie específica de las partículas de arcilla les confieren la capacidad de retener grandes cantidades de agua, pero también de experimentar una significativa contracción al deshidratarse.

El siguiente análisis profundiza en el mecanismo físico-químico que subyace a la formación de estas grietas, crucial para entender la dinámica de los suelos agrícolas en condiciones de aridez.
Las grietas que aparecen en el suelo durante períodos de sequía son una consecuencia directa de la pérdida de humedad y los cambios en el volumen del suelo, especialmente en aquellos con un alto contenido de arcilla. Aquí te explico el proceso detalladamente:
- Pérdida de agua: Cuando no llueve durante un tiempo prolongado, el agua presente en el suelo se evapora desde la superficie y es absorbida por las raíces de las plantas. Esto reduce significativamente el contenido de humedad del suelo.
- Contracción del suelo: Las partículas de arcilla tienen una propiedad única: se expanden cuando están húmedas y se contraen cuando se secan. El agua se adhiere a las partículas de arcilla y actúa como un lubricante, permitiendo que se deslicen unas sobre otras y aumentando el volumen del suelo. Al perder agua, estas partículas se acercan más entre sí, lo que provoca una disminución del volumen total del suelo.
- Desarrollo de tensiones: A medida que el suelo se seca y se contrae, esta contracción no ocurre de manera uniforme en toda la masa del suelo. La capa superior se seca más rápido que las capas inferiores, y la presencia de rocas, raíces u otras irregularidades también impide una contracción homogénea. Estas diferencias en la tasa de contracción generan tensiones internas dentro del suelo.
- Formación de grietas: Cuando las tensiones internas superan la resistencia del suelo a la tracción (su capacidad para resistir ser estirado o separado), se producen fracturas o grietas. Estas grietas son la forma en que el suelo libera la tensión acumulada debido a la contracción desigual.
- Patrones de las grietas: El patrón de las grietas puede variar dependiendo del tipo de suelo, la intensidad y duración de la sequía, la vegetación y la topografía. A menudo, se forman patrones poligonales o irregulares.
En resumen, las grietas en suelos secos se deben a:
- La evaporación del agua y la absorción por las plantas, lo que reduce la humedad del suelo.
- La contracción de las partículas de arcilla al perder agua, disminuyendo el volumen del suelo.
- La generación de tensiones internas debido a la contracción desigual.
- El fracturamiento del suelo cuando estas tensiones superan su resistencia.
Este fenómeno es más pronunciado en suelos con un alto porcentaje de arcilla debido a la gran capacidad de expansión y contracción de este tipo de partículas. Las grietas pueden tener diversas consecuencias, como aumentar la erosión del suelo por el viento y el agua, dañar las raíces de las plantas y dificultar la infiltración del agua cuando finalmente llueve.
