El fenómeno de El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) y su contraparte, La Niña, son patrones climáticos naturales que alteran la circulación atmosférica y oceánica en el Pacífico ecuatorial. Sin embargo, la investigación científica ha demostrado que el cambio climático está amplificando sus efectos, haciendo que los eventos de El Niño sean más intensos, frecuentes y potencialmente más prolongados.
La interacción entre el calentamiento global y los fenómenos de ENOS se explica, en gran medida, por un concepto clave: la termoclina oceánica. La termoclina es una capa del océano que actúa como una barrera térmica, separando las aguas superficiales más cálidas de las profundidades más frías. En condiciones normales, el agua más cálida en la superficie del Pacífico tropical es empujada hacia el oeste por los vientos alisios, lo que permite que el agua más fría y rica en nutrientes ascienda en las costas de América del Sur, un proceso conocido como surgencia.
Con el calentamiento global, los océanos han absorbido una cantidad masiva de calor. Este calor adicional está intensificando la estratificación de las capas oceánicas, lo que significa que la termoclina se está volviendo más superficial y estable. Al estar más cerca de la superficie, el agua cálida superficial se aísla de las aguas frías profundas. Esta «barrera» térmica más robusta facilita que las anomalías de calor en la superficie se mantengan y se expandan, lo que es un factor determinante en la intensificación y persistencia de los eventos de El Niño. Un océano más cálido en general significa que hay más energía disponible para impulsar estos eventos, lo que podría llevar a El Niño a manifestarse con una magnitud sin precedentes, causando sequías e inundaciones extremas en diferentes partes del mundo.
El El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) es un patrón climático natural y recurrente que se produce en el océano Pacífico tropical y tiene un impacto significativo en los patrones del clima en todo el mundo. El ENOS consta de dos fases opuestas: El Niño y La Niña.
El Niño: la fase cálida
- Descripción: El Niño es la fase cálida del ENOS. Se caracteriza por un calentamiento anómalo de las aguas superficiales del océano Pacífico tropical central y oriental.
- Mecanismo: Normalmente, los vientos alisios (vientos que soplan de este a oeste) empujan las aguas superficiales cálidas hacia el Pacífico occidental, permitiendo que las aguas frías y ricas en nutrientes suban a la superficie en las costas de América del Sur (un proceso llamado surgencia). Durante un evento de El Niño, los vientos alisios se debilitan o incluso se invierten. Esto permite que la «piscina» de agua cálida del Pacífico occidental se expanda hacia el este, calentando las aguas de la costa de América del Sur.
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- Efectos globales:
- En América del Sur: Causa lluvias torrenciales e inundaciones en países como Perú y Ecuador, mientras que provoca sequías en el noreste de Brasil y en la zona andina.
- En América del Norte: Puede causar un clima más seco y cálido en el norte de Estados Unidos y Canadá, y un clima más húmedo en la costa del Golfo y el sureste de EE. UU.
- En otras regiones: Contribuye a sequías en Australia, el sudeste asiático, el sur de África y partes de la India, y puede aumentar la actividad de huracanes en el Pacífico central y oriental.
La Niña: la fase fría
- Descripción: La Niña es la fase fría del ENOS. Se caracteriza por un enfriamiento de las aguas superficiales del océano Pacífico tropical central y oriental, es decir, las temperaturas de la superficie del mar son más bajas de lo normal.
- Mecanismo: A diferencia de El Niño, durante La Niña los vientos alisios se fortalecen. Esto empuja con más fuerza las aguas superficiales cálidas hacia el oeste, lo que intensifica la surgencia de aguas frías en la costa de América del Sur.
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Consecuencias e impactos extremos
Las consecuencias de estos eventos de ENOS intensificados son devastadoras. Los científicos pronostican que un ciclo de El Niño y La Niña desbalanceado por el cambio climático provocará fenómenos climáticos extremos más severos y frecuentes, incluyendo sequías prolongadas, olas de calor sin precedentes, lluvias torrenciales, inundaciones masivas y huracanes más poderosos. Estos eventos no solo causan pérdidas económicas millonarias, sino que también ponen en riesgo la seguridad alimentaria, el acceso al agua potable y la estabilidad social en las regiones más vulnerables, especialmente en América Latina y el Caribe.
La agricultura, en particular, se ve gravemente afectada por la alternancia de sequías e inundaciones extremas, lo que compromete la producción de cultivos esenciales. Las comunidades costeras, por otro lado, enfrentan un mayor riesgo de erosión y desastres por tormentas.
La urgencia de la acción
Para mitigar estos impactos, es crucial implementar una estrategia dual que aborde tanto las causas como las consecuencias. En primer lugar, es imperativo reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero para frenar el calentamiento global. Sin una acción global rápida para limitar el aumento de la temperatura, la adaptación se volverá cada vez más difícil y costosa.
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Además de la mitigación, es fundamental fortalecer la resiliencia climática de las comunidades. Esto incluye:
- Sistemas de alerta temprana: Mejorar la capacidad de monitoreo climático y la comunicación de alertas tempranas para que las comunidades puedan prepararse adecuadamente para eventos extremos. La inversión en tecnología de punta para el monitoreo oceánico y atmosférico es vital.
- Infraestructura resiliente: Construir infraestructura capaz de resistir el embate de inundaciones y sequías, así como la planificación urbana adaptativa para zonas costeras y agrícolas.
- Gestión del agua: Implementar tecnologías y políticas de gestión eficiente del agua para combatir la escasez durante las sequías y gestionar los excesos durante las inundaciones.
- Conservación de ecosistemas: Promover la reforestación y la conservación de ecosistemas como los manglares y los arrecifes de coral. Estos ecosistemas no solo protegen la biodiversidad, sino que también actúan como barreras naturales que amortiguan los efectos de las tormentas, previenen la erosión costera y regulan el ciclo del agua.
En conclusión, la relación entre el cambio climático y los fenómenos de El Niño y La Niña subraya la necesidad de una acción climática integral y urgente. La protección de nuestro planeta y la adaptación a un clima cambiante son dos caras de la misma moneda y son indispensables para garantizar un futuro sostenible.