Tras un invierno excepcionalmente seco, la primavera de 2024 propició una notable recuperación de los recursos hídricos, revitalizando los suelos de la región. Aunque la situación actual es favorable, las proyecciones para enero de 2025 indican una posible disminución de las reservas.
La primavera nos dio una mano enorme después de un invierno tan seco. Los suelos están bien hidratados, pero hay que estar atentos porque el panorama podría cambiar para enero.
La región experimentó un drástico cambio climático en pocos meses. Pasamos de una severa sequía, que dejó nuestros campos y acuíferos casi vacíos (como evidencia la imagen del 10 de octubre), a una situación de reservas hídricas recuperadas a finales de diciembre.
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La primavera superó ampliamente las previsiones, gracias a una combinación de factores climáticos favorables. El debilitamiento del fenómeno de La Niña, sumado a una intensa dinámica atmosférica regional —con frecuentes frentes fríos y un Atlántico más cálido de lo habitual— generó un suministro constante de humedad, permitiendo una recuperación hídrica notable.
La primavera de 2024 comenzó bajo una nube de incertidumbre, con productores preocupados por una campaña agrícola marcada por la escasez hídrica y márgenes económicos reducidos. Sin embargo, la recuperación de las reservas de agua ha inyectado un renovado optimismo al sector, permitiendo encarar la temporada con mayor confianza y mejores expectativas.
Las abundantes lluvias de esta primavera han beneficiado significativamente a la región núcleo, superando con creces los promedios históricos. Con 410 mm de precipitaciones, se ha logrado una importante recuperación hídrica.
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Lo más negativo de la primavera 2024
La primavera de 2024 presentó una cara de moneda ambivalente. Si bien las lluvias significaron una recuperación hídrica considerable en gran parte de la región núcleo, esta bonanza no fue equitativa. Las diferencias en las precipitaciones, que alcanzaron hasta 150 mm entre el norte y el sur, dejaron secuelas en cultivos como el maíz y la soja, especialmente en el norte de Buenos Aires.
A su vez, la temporada estuvo marcada por una intensificación de eventos climáticos extremos, como vientos huracanados, tornados, granizadas y lluvias torrenciales concentradas en cortos períodos. Estos fenómenos causaron pérdidas significativas en la producción agrícola, tal como ocurrió en Corral de Bustos, donde más de 50.000 hectáreas resultaron dañadas.
Las abundantes precipitaciones de la primavera 2024 causaron estragos en los campos, dificultando las siembras y provocando pérdidas significativas en los cultivos debido al anegamiento de los suelos y la proliferación de malezas.
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¿Qué pasará en enero 2025?
Las perspectivas de lluvia para enero de 2025 no son alentadoras, según los últimos análisis climáticos.
La combinación de escasez hídrica y ola de calor pronosticada para los próximos días, agravada por una baja humedad relativa, genera una profunda preocupación en el sector agrícola. La decisión de adelantar la siembra de maíz temprano, en muchos casos realizada durante la segunda quincena de octubre para evitar el daño de la chicharrita, ha expuesto a estos cultivos a un riesgo considerable.
Actualmente, el maíz se encuentra en etapas fenológicas críticas para la definición del rendimiento final, por lo que la ocurrencia de precipitaciones resulta fundamental. Las lluvias registradas en la última semana han brindado un cierto alivio, pero la persistencia de condiciones secas representa una amenaza constante para la producción.
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